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Infancia: Línea cronológica

  • abril 1931
  • mayo 1931
  • agosto 1932
  • inicio 1937
  • fin 1937
  • 1940

1 de abril de 1931

Nace en Pesebre, aldea de Peñascosa (Albacete).

14 de mayo de 1931

Es bautizada con el nombre de «Luz» en la Parroquia de Peñascosa (Albacete).

Agosto de 1932

Fallece su madre, Mª Dolores, a los 24 años de edad, cuando Amparo tenía tan solo 16 meses. Sin saber qué hacer con ella y con su hermana, el padre de ambas, Jacinto, lleva a las dos niñas a la Casa Cuna Provincial de Albacete.

Primera parte de 1937

Vive acogida por una familia de Tomelloso (Ciudad Real).

Segunda parte de 1937

Su padre, Jacinto Cuevas, contrae nuevas nupcias con Bárbara, trasladándose a vivir toda la familia a La Hoz, aldea cercana a la de Pesebre.
Durante este tiempo, mientras lavaba la ropa en el río, una bella «Señora» le ayuda en esta tarea con especial cariño. Amparo la identificaría después con la Virgen María.

1940

Se traslada, con su padre y madrastra, a Arguisuelas (Cuenca). En una casa, cercana al Puente de San Jorge, mientras su padre trabajaba, la mencionada «Señora» la arropaba maternalmente al acostarse.

Bordado hecho por Luz Amparo en su infancia.
Bordado hecho por Luz Amparo en su infancia, a los 6 años de edad.

Infancia

Luz Amparo Cuevas Arteseros nació el día 1 de abril de 1931, en una aldea llamada Pesebre, perteneciente al pueblo de Peñascosa, en la provincia de Albacete. Está situado en la Sierra de Alcaraz, rodeado de montes de encinas y pinos. Fue la segunda hija, fruto del humilde matrimonio de pastores y labradores formado por Jacinto Cuevas Ruiz y María Dolores Arteseros Morcillo.

El 14 de mayo de 1931 es bautizada en la Iglesia parroquial de «San Miguel Arcángel» de Peñascosa (Albacete), con el nombre de Luz.

La fecha exacta de su nacimiento fue ignorada hasta su edad madura, pues siempre celebraba el 13 de marzo como el día de su cumpleaños. La sorpresa se produjo cuando alguien, cercano a Amparo, consultó su acta de bautismo con el sacerdote de la parroquia de Peñascosa, donde estaba inscrita. Ahí comprobaron que la fecha de su nacimiento fue el 1 de abril, que su nombre era «Luz», y el de su madrina Amparo. Quizá por esto, desde entonces la empezaron a llamar Amparo. Sin embargo, muchos años después, cuando recibiera las revelaciones del Cielo, sería el Señor quien desvelaría su verdadero nombre al dirigirse a ella llamándola «Luz». La primera vez, fue el 15 de septiembre de 1984, cuando el mismo Señor le preguntó: «¿Me amas, Luz?». Ella, por entonces, se sorprendió que la llamase así, hasta que después se comprobó que ése era realmente su nombre, el que recibió en la pila bautismal.

Dibujo que representa a Luz Amparo de niña.
Dibujo que representa a Luz Amparo de niña.

El Cielo la fue preparando desde su infancia

El Señor fue preparando a esta alma elegida, desde su más tierna infancia, para ser su instrumento, su pequeño portavoz en la Tierra, y lo hizo modelando su corazón con el sufrimiento.

Con tan solo dieciséis meses, el 25 de febrero de 1934, perdió a su madre, María Dolores. Su padre, el bueno de Jacinto, se vio en la necesidad de llevar temporalmente a sus hijas Carmen y Luz Amparo a la Casa Cuna Provincial de Albacete. Contrae nuevas nupcias con Virginia, vecina de La Mesta (Albacete), reuniéndose de nuevo la familia. Pero poco tiempo después, a la nueva madre se le complica el parto de su primer hijo, muriendo durante el mismo. El niño sobrevivió, pero a los nueve meses, también partió para la eternidad.

En una aparición que Luz Amparo tuvo muchos años después en «Prado Nuevo» el 16 de abril de 1982, y en el que oyó la voz del Arcángel san Miguel —la última vez, según le dijo, que hablaba a los hombres—, vio a ese hermano suyo que tan solo sobrevivió nueve meses en el Cielo transformado en ángel.

En la aldea de Pesebre, Jacinto y sus hijas no dejaron de pasar estrecheces. El padre se vio de nuevo en la necesidad de confiar a su pequeña, Luz Amparo, ahora a una familia sin hijos de Tomelloso (Ciudad Real). Este matrimonio la tiene con ellos apenas un año, pues al conseguir descendencia, la devuelven a su padre Jacinto. Pasan dos años más en Pesebre, siendo cuidadas por su abuelo pastor y una prima de su madre, mientras Jacinto gana el pan trabajando fuera de allí.

Durante este tiempo, en 1937, Jacinto contrae en terceras nupcias, matrimonio con Bárbara, quien además de aportar dos hijos más a la familia, fuerza el traslado de todos a La Hoz, un pueblecito de Albacete donde ella vivía.

Puerta de la casa donde Luz Amparo vivió en la aldea de Pesebre.
Puerta de la casa donde Luz Amparo vivió en la aldea de Pesebre.

A la intemperie de la vida, entre hielos y tempestades

Si la vida de las dos niñas, de por sí, ya era amarga, ahora con su nueva madrastra iba a ser mucho más dura. Malcomen las dos hermanas. Bárbara las manda salir al monte a recoger leña o hierbas comestibles para poder subsistir. Obliga a Luz Amparo a la venta ambulante por esos caminos y poblados, amenazándola con que no se le ocurra regresar hasta que haya vendido todo. Por esto, en ocasiones, la pequeña Luz Amparo, se ve en la necesidad de dormir bajo un árbol, a la intemperie de la tempestad o de la helada. Luz Amparo imploraba la protección de la Virgen a la que visitaba en el santuario de Cortes, a unos kilómetros de La Hoz. Allí le pedía que Ella fuera su verdadera madre. Sin lugar a duda que fue escuchada y protegida en medio de tantas calamidades.

El mal trato recibido de su madrastra lleva a las dos hermanas, alguna que otra vez, a escaparse desde La Hoz hasta Pesebre, donde encuentran refugio en la casa de su tía Josefina. Durante una de estas escapadas en pleno invierno, en ese trayecto de varios kilómetros y debido al intenso frío, Luz Amparo perdió el conocimiento Luz Amparo y cayó sin sentido sobre la blanca y helada nieve. A punto estuvo de morir congelada, si no hubiera sido por unos arrieros que la descubrieron tendida en el suelo y la reanimaron. Su madrastra la castiga duramente, metiéndola prisionera en un pequeño y oscuro cuarto, al que sólo le lleva cada día una pequeña porción de harina y un poco de agua. Tras hacerla permanecer en esa oscuridad durante días, cuando fue liberada de allí, sus limpios ojos necesitaron de un tiempo de adaptación para poder volver a contemplar de nuevo la luz del día.

Pesebre, municipio donde vivió Luz Amparo en su infancia
Pesebre, municipio donde nació Luz Amparo.

En el puente de San Jorge

Jacinto, su padre, que por su trabajo pasaba días enteros sin ver a sus hijas, cuando se enteró de las vejaciones de las que eran objeto, sufrió mucho. En 1940, ante las graves dificultades para una pacífica convivencia familiar, el bueno de Jacinto saca a sus hijas de ese ambiente enrarecido. Consigue colocar a su hija mayor, Carmen, al servicio de unos señores dueños de un cortijo, mientras que se lleva con él a la pequeña Luz Amparo a Arguisuelas, un pueblo de Cuenca, donde ha encontrado trabajo de guarda y listero en las obras del puente de san Jorge.

Durante las noches, la pequeña Luz Amparo llora su soledad e infortunio. Una y otra vez, se acuerda de su madre, María Dolores, a quien no conoció en la Tierra, pero a la que cree en el Cielo. Y ruega a la Virgen, a quien tanto ama, que por bondad la lleve con ella: «Madrecita del Cielo, yo quisiera ver ya a mi madre de la Tierra. ¡Llévame adonde esté!». La Madre de Dios la escucha, sin duda, pero no lo hace.

La canción «En el puente de san Jorge», dedicada por las Hnas. Reparadoras a su Fundadora, Luz Amparo, recoge algunos hechos históricos que sucedieron en ese tiempo a Amparo:

«Como cada día, su padre se marchaba de listero al puente, y de noche lo guardaba. Ella se quedaba sola acostada en una piedra; desde la casa pequeña, escuchaba los aullidos de las fieras. Y la Virgen le arropaba, cantándole cosas bellas…».

Muchos años después, en la aparición de la Virgen del 13 de noviembre de 1981, tendrá la dicha de contemplar a su querida madre, María Dolores, en el Cielo. Fue durante el mensaje de ese día cuando la Virgen se la mostró y le dijo: «…estarás contenta, hija mía, del premio que te he dado de ver a tu madre terrena; está gloriosa en el Cielo gracias a tus oraciones. Sí, hija mía, sigue con humildad, sigue obedeciendo para que llegue ese día glorioso y te juntes con ella».

Como Bárbara, su madrastra, va a tener un nuevo hijo, acude al puente de san Jorge, para reunirse con su marido, Jacinto. Cuando da a luz, manda a la pequeña Luz Amparo al río, sin jabón, para lavar los pañales del recién nacido. Uno de los días, le sucedió un hecho extraordinario. En una ocasión, mientras lavaba la ropa en el río llorando y pensando en cómo lavar los pañales si no tenía jabón ni encontraba greda, se le acercó una «Señora» muy bella, con manto negro y voz dulce que le pregunta: —Pequeña, ¿por qué lloras?—. —Me pegará mi madrastra si no lavo—. Y la «Señora» se arrodilla con un trozo de jabón a lavar, junto a la niña, los pañales que allí vio. Y le dijo la «Señora»: —No te pegarán ahora—. Y de vuelta a su casa, su padre ya estaba allí. Luz Amparo identificaría a esta «Señora» después con la Virgen María.

Este hecho también lo recogen las hermanas reparadoras en una estrofa de la canción antes referida:

«En el arroyo, aquel día sufre la niña llorando: ¿cómo lavar los pañales si no tengo jabón ni encuentro greda? Y se acercó una Señora con manto negro y voz dulce: —Pequeña, ¿por qué lloras?—. —Me pegará mi madrastra si no lavo—. Y la Virgen se arrodilla con un trozo de jabón a lavar, junto a la niña, los pañales que allí vio. Y le dijo la Señora: —No te pegarán ahora—. Y de vuelta a su casa, ya su padre estaba allí».

Como cada día, su padre se marchaba de listero al puente, y de noche lo guardaba. Ella se quedaba sola acostada en una piedra; desde la casa pequeña, y escuchaba los aullidos de las fieras, mientras que volvía a ver a la mencionada «Señora» que la arropa maternalmente al acostarse.

Jacinto termina aquel trabajo. El matrimonio, junto a Luz Amparo y su nuevo hijo, se van a vivir a otro campo de Albacete, donde permanecen un tiempo entre apuros y estrecheces. En esa casa, Luz Amparo tiene que compartir con su hermanito una alacena que les sirve a los dos de “dormitorio”, y donde la niña ni puede estirar las piernas. A causa de estos apuros, al poco, Jacinto la encomienda a una familia de Valencia con quien pasa otra temporada.

Después, y con no poco dolor, la tendrá que dejar interna en una institución gratuita de Alicante que acoge a niños desamparados. Allí estará un año. Durante este tiempo, la despierta niña, fijándose en cómo las religiosas de esa institución alicantina bordan, sin que nadie la enseñe, pronto aprende a coser y hace sus primeras labores. Como recuerdo, todavía hoy se conservan, en una de las casas de la Fundación «Virgen de los Dolores», unos muestrarios enmarcados con diferentes bordados que la pequeña Luz Amparo realizó con apenas seis años.

Pesebre, municipio donde vivió Luz Amparo en su infancia