Juventud: Línea cronológica

Fotografía con marco de Luz Amparo de joven.
Matrimonio en San Lorenzo de El Escorial
Vuelve con sus padres, pero poco después, en 1947, como las estrecheces familiares continúan, la trasladan a Madrid, a la casa de su tía Antonia, en la calle Ayala, 57.
Sobre el período de su adolescencia y juventud, apenas sabemos nada, salvo que la mayor parte del tiempo se dedicó a trabajar como empleada doméstica, para poder subsistir.
Además, por este tiempo, conoce a Nicasio Barderas Bravo, quien llegaría a ser su futuro esposo. A punto de cumplir los veintiséis años, el 28 de febrero de 1957, se casan en la Iglesia parroquial de «San Lorenzo mártir» en San Lorenzo de El Escorial, lugar donde el matrimonio establece su residencia.
Luz Amparo cumple con sus deberes de esposa, de ama de casa y de madre de los hijos que van naciendo, hasta llegar a siete. Debido a la precaria situación económica de la familia, se ve obligada a realizar trabajos temporales como empleada doméstica.

Iglesia en San Lorenzo de El Escoria donde Amparo se casó en 1957.
Enfermedades y estrecheces
Después del nacimiento de su primer hijo, Luz Amparo se sintió enferma del corazón. La dolencia se agravó; debía hacer todo el reposo posible, pero, a su vez, necesitaba seguir trabajando para sacar su familia adelante. En estas condiciones, sólo puede afrontar el trabajo por horas, por lo que recoge ropa de otras casas para lavarla en la suya.
Por si fuera poco, su marido, Nicasio, cae enfermo del pulmón, agravándose la situación económica familiar, hasta llegar a pasar verdadera necesidad. Sin embargo, la Providencia divina no les abandona. Durante varios meses, los «Cursillos de Cristiandad» les pagan el alquiler del piso. El párroco de San Lorenzo, D. Antonio, les costea la leche y el pan. En la tienda de ultramarinos Las Casillas, les fían cuanto pueden, así como reciben ayuda de varios vecinos y amigos.
Aunque Nicasio se va recuperando de su enfermedad, pasado un tiempo recae, teniendo que ser internado en diversas ocasiones en el sanatorio Tórax de El Escorial. Por aquellos años, el Ayuntamiento de este municipio, al conocer la situación de esta familia necesitada, les concede el usufructo de una pequeña parcela, cerca de la finca de «Prado Nuevo», que, junto a otras similares cedidas a algunas familias, empiezan a cultivar para sacar fruto de la tierra que ayude a su sustento.
En el mes de mayo de 1970, Luz Amparo es internada en el «Hospital Clínico» de Madrid, aquejada de fuertes dolores provocados por una úlcera y alguna otra afección. Allí tuvo que ser operada de apendicitis. La noche de la intervención quirúrgica sucedió algo especial que Luz Amparo recuerda y que, aunque el personal sanitario del Hospital no le dio importancia, una década después habría de adquirir su sentido, relacionándose con los acontecimientos sobrenaturales que transformarían su vida.

Hospital Clínico San Carlos de Madrid donde Amparo fue ingresada en 1970.
«El doctor de la barba»
Esa noche del postoperatorio, Luz Amparo vio de pie, a su cabecera, a alguien que identifica con un médico. Iba vestido con bata blanca, tenía melena y barba, sus ojos eran verdes, y su piel un poco morena; su belleza era extraordinaria. Permanece con ella sin decirle nada. Luz Amparo lo había visto antes en la sala del quirófano, cuando iba a ser operada.
A la mañana siguiente, como es costumbre, unos estudiantes de medicina pasaron tomando nota de los enfermos. Al llegar a la cabecera de la enferma, le preguntan quién era el cirujano que la había operado; a lo que ella responde con convicción: «El doctor de la barba». Los estudiantes se extrañaron de la respuesta, pues no conocían en el Hospital a ningún médico que coincidiera con esa descripción. Entonces, le preguntan por su nombre. Ella lo desconoce; por eso añade: «Ha sido el médico de bata blanca, que ha estado aquí esta noche». Las compañeras de habitación se sorprenden ante esta afirmación, porque ellas no han visto a nadie durante la noche.
Por eso todos, menos Luz Amparo, concluyen que esa visión ha sido provocada por los efectos de la anestesia. Sin grandes mejorías en su salud, Luz Amparo vuelve a su trabajo en casa…; pero, en su interior quedará grabada para siempre la fisonomía del misterioso «doctor».

Imagen ilustrativa de Jesucristo en un hospital inspirando la labor diaria de los sanitarios.
Peregrinación a Lourdes
Luz Amparo sigue muy enferma. Continúan las hemorragias en el estómago y la enfermedad del corazón. Debido a sus problemas respiratorios, tienen que proporcionarle oxígeno. Le dan mareos con frecuencia, cayendo desmayada al suelo numerosas veces. De manera que se fractura los brazos y la clavícula. Varios médicos la atienden: los doctores Iglesias, Soria y Fernández (cardiólogos), así como Don Fermín Muñoz (gastroenterólogo).
Ante salud tan quebrantada, decide partir para Lourdes en el Tren de la esperanza, junto a otros enfermos, para pedir a la Virgen su recuperación. Fue desde Madrid con la 16ª peregrinación presidida por el cardenal Tarancón, que tuvo lugar entre el 18 y 22 de junio de 1973. En el viaje de ida, Luz Amparo empeora hasta sentirse morir al llegar al Santuario. Aunque ha acudido allí para pedir su curación, su gran corazón la lleva a rezar por los demás más que por ella misma. Ante la gruta de la aparición, no ve a la Virgen; pero, sin verla, la siente muy próxima y llora copiosamente con emoción. De regreso, en el tren, experimenta en su corazón algo que no sabe explicar. Mira hacia atrás, con cierta pena por dejar allí a quien desde su infancia tanto quiere: la Virgen María, su Madre del Cielo.
Durante la estancia de Luz Amparo en Lourdes, no se produjo en ella un milagro espectacular de curación; sin embargo, desde que regresa a su casa de San Lorenzo de El Escorial, comienza a sentirse mejor día a día. Cesan las hemorragias, ya no necesita el oxígeno, no se marea, ni cae al suelo, pudiendo trabajar con normalidad. No cabe la menor duda de que la Santísima Virgen en Lourdes ejerció sobre ella una saludable influencia, aunque sus enfermedades persistan.

Figura de la Virgen de Lourdes en la gruta de las Apariciones.
Empleada de hogar
Posteriormente, en una ocasión, mientras trabajaba Luz Amparo como empleada de hogar en la casa de Dª Matilde, según testimonio de ésta y de los médicos Herrero, Robles y don Salvador (†), allí presentes, estuvo a punto de morir. Ante la gravedad de la situación, se temieron lo peor. Sin embargo, Luz Amparo acudió filialmente a la Virgen, la invocó a su modo, porque la tenía un cariño especial y en esos momentos, contempló un resplandor a los pies de la cama y se sintió inexplicablemente recuperada. No estaba curada del todo, pero sí se encontró útil para todo trabajo, al que con ardoroso tesón se entregó.
Por el mes de abril de 1980, Luz Amparo fue contratada como empleada doméstica en el domicilio de Miguel Martínez y Julia Sotillo, un matrimonio con dos hijos, Jesús y Beatriz (de 9 y 7 años respectivamente); vendrían a tener luego otras dos niñas: María y Luz Amparo. Vivían en la calle de Santa Rosa, número 7, en San Lorenzo de El Escorial, y diariamente se desplazaban a trabajar en la tienda que tenían en Madrid. Por ello necesitaban a una persona para cuidar de sus hijos y de la casa durante su ausencia. Cuenta Miguel Martínez que el motivo principal, que les movió a pedir a Luz Amparo que trabajara en su casa, fue el ver en ella a una mujer sencilla, bonachona y, sobre todo, muy cariñosa con los niños.
Hasta ahora, Luz Amparo Cuevas, con 49 años de edad, no sobresale en nada extraordinario; sí por sus escasos recursos y por su constancia y amor al trabajo para sacar a sus siete hijos adelante, a pesar de lo delicado de su salud y la de su marido. Sus rasgos, dulces y serenos, reflejan la transparencia de su alma; su espontánea naturalidad, su simpatía y buen humor, su sencillez, atraerán a todos los que la irán conociendo.

Domicilio de Miguel Martínez y Julia Sotillo en El Escorial.
Creyente sí, pero no practicante
Luz Amparo, con humilde sinceridad, en ocasiones ha explicado que antes de los hechos sobrenaturales que le acontecieron, su vida espiritual nada especial tenía fuera de una tierna y filial devoción a la Santísima Virgen, adquirida desde la infancia, por quien se sentía atraída, y una delicada solicitud hacia el prójimo necesitado. Sobre las cosas de Dios, no tenía apenas nociones, pues ni siquiera pudo acudir a la escuela, ni recibir lecciones de catecismo en la iglesia; sin embargo, sí creía que algún ser superior tendría que haber. Estas circunstancias, unidas a una fatigosa vida de trabajos físicos y morales, hicieron que no fuera asidua practicante de sus deberes religiosos, salvo lo más imprescindible.
El momento decisivo para la transformación espiritual de Luz Amparo será en otoño de 1980, en San Lorenzo de El Escorial. El Señor iba a tocar a la puerta de su corazón para pedirle que pusiera su generosidad al servicio de la obra más importante: la salvación de las almas. A partir de ahí, su crecimiento espiritual irá en aumento continuo hasta su entrada en la vida eterna.
Luz Amparo en aquellos años.